Aunque el VIH- SIDA se da en todos los ámbitos de población, está unido a la pobreza y, viceversa, la pobreza al VIH-SIDA. Todos, tanto cristianos como no cristianos, deberíamos desear que los países pobres tuvieran las posibilidades reales de desarrollarse, de pasar de situaciones de infravida a vivir vidas llenas de dignidad. Sí, de dignidad. Lo digo porque la pobreza no es sólo material, sino que también es algo que afecta a la psicología de la persona, a sus capacidades, a su forma de sentirse ser humano. Los cristianos tenemos que sentirnos interpelados ante esta plaga que se desata entre los pobres: El VIH-SIDA. El Evangelio de Dios a los pobres, el acercamiento del Reino de Dios con sus valores restauradores, debe llegar a estos colectivos humanos en forma de información, de recursos que les dignifiquen y de denuncia contra los opresores que hunden a los pueblos en la infravida de la exclusión social. Existe una dimensión moral y profunda de la pobreza que afecta a lo más...
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